Sheila Alcocer
3 min readMay 2, 2021

--

Luces y sombras

¿Cuántos de vosotros tenéis amigos descuidados? De esos que tardan semanas en responderte a un mensaje. ¿O compañeros de trabajo que sólo aportan quejas y malos rollos? ¿O qué me decís de ese familiar que se nota que va obligado a verte? ¿Y quién no tiene un vecino al que parece que le cobran por dar los buenos días? ¿Y ese desconocido que te contesta fatal sin haberle hecho nada?

Si tu respuesta ha sido ‘sí tengo’ en cada una de las preguntas anteriores, es hora de replantearte tu entorno; ya que, aunque aparentemente estas cuestiones no tienen relación entre sí, son sólo algunos ejemplos de personas tóxicas que nos encontramos en nuestra vida diaria. Probablemente, no vas a poder esquivar en tu día a día al desconocido malhumorado de turno o a ese vecino amargado; pero sí puedes evitar seguir contagiándote de la oscuridad de ciertas amistades y conocidos.

Cómo lograrlo no es tarea fácil, ya que el ser humano parece poseer innata la cualidad de centrarse en aquello que le ignora. Pero, ¿por qué enfocamos nuestras energías en atraer la atención de gente para la cual carecemos de importancia? ¿Por qué nos empeñamos en caerle bien a las personas que no nos hacen caso? Puede que nuestro cerebro esté configurado para tomárselo como un reto personal, como un atractivo basado en conseguir que alguien que no te tiene en gran estima cambie su percepción sobre ti. Pero en la mayoría de los casos, esto sólo consigue frustrarnos y hacernos sentir mal. Todos hemos sentido alguna vez que nuestra relación de amistad, familiar o laboral con alguien no es recíproca, que damos demasiado a cambio de muy poco.

Afortunadamente, existe el extremo contrario: personas que son luz, que se interesan por ti, que te escuchan, que quieren verte y compartir momentos contigo, que se preocupan por tu bienestar y el de tus familiares, que celebran tus éxitos y te apoyan en tus fracasos, que se alegran por verte feliz y lloran contigo tus penas. Sin embargo, apenas les prestamos atención porque estamos demasiado ocupados sintiéndonos mal por el amigo o conocido que no te escribe desde hace tiempo, sin darnos cuenta de que esto siempre ha sido y será así. Cuestión de prioridades podríamos decir.

Las personas despreocupadas que no te valoran de la misma forma que les valoras a ellas, nunca van a cambiar por mucho que nos empeñemos. Pero no es su culpa, puede que simplemente estén en el mundo para enseñarnos a valorar a las personas que realmente importan: ese familiar que te llama porque te echa de menos, esa amistad que saca tiempo de donde sea para verte, ese compi que te contagia con su risa en el trabajo, aquel vecino que sí valora tus atenciones o el desconocido que aprecia tus gestos amables.

Esta fotografía que tiré dando un paseo por el campo me pareció un buen ejemplo de recreación de estos dos tipos de personas:

Siempre te vas a encontrar con cardos que te atraigan porque destaquen por encima de las demás flores, pero por dentro están muertos, no tienen color, son sólo sombras. Prefiero quedarme con la amplia mayoría de margaritas, amapolas y azucenas, que con sus vivos colores y su luz te transmiten una energía vital.

Gracias, Moni, por animarme a seguir escribiendo. Eres un claro ejemplo de este segundo grupo de personas.

PD: juro que no he retocado el color de la foto.

--

--